Lo primero de todo buenos días
Se ha quedado una buen tarde para empezar una newsletter en español
Hace unos cuantos años, por Navidad, sacaron un anuncio de una marca de crema de Orujo que decía algo como: Si a este familiar o amigo tuyo lo ves X veces al año, y tienes tantos años, significa que más o menos solo te quedan X encuentros con esta persona. Era un poquito heartbreaking, claro, pero es que ese es objetivo de los anuncios de Navidad. Si no te hacen avergonzarte por haber llorado con un anuncio de turrones entonces algo han hecho mal y esos creativos no se merecen la extra de Diciembre. El caso es que desde que vivo en Escocia, cada vez que pienso en ese anuncio en particular me entran ganas de tirarme por una ventana, en parte porque si, es un poco verdad. 🥲
La primera vez que volví a Madrid tras mudarme a Edimburgo, experimenté una sensación completamente nueva. Era Enero de 2022, hacía 1 año y 5 meses que no pisaba suelo español, y decidí (por algún motivo que no recuerdo) ir solo un fin de semana, para ver a mi hermano por su cumpleaños. Recuerdo que despedirnos los dos en el aeropuerto aquel domingo fue uno de los momentos más tristes que había experimentado hasta entonces. No solo eso, sino las horas de antes: encima de nuestras dos cabecitas había un temporizador invisible que indicaba el tiempo que nos quedaba juntos hasta la próxima vez que nos viéramos. Fue tal el dolor que sentí en ese momento, despidiéndome de mi hermano (fue también la primera vez que lloramos el uno delante del otro) antes de pasar el control de seguridad, que pensé en no volver a Madrid nunca más. Si cada retorno con su consecuente despedida iba a ser tan duro como este, no me sentía capaz de afrontarlo.
Han pasado 2 años desde aquella primera visita, y cada despedida sigue siendo más triste que el final de One Day. Pero vamos encontrando maneras de suavizar el golpe: cuando yo voy a Madrid o mi hermano viene a Edimburgo, nuestros vuelos de vuelta los cogemos aposta a primerísima hora de la mañana, para no arrastrar el dolor de la despedida durante todo el día. Porque lo hacemos. Somos así, somos un poco drama queens. “Ooh, nuestra última comida juntos. Ooh, nuestra última noche juntos viendo Diagnósticos Extraordinarios. Ooh, el ultimo pino que plantas aquí.” Sigue siendo una mierda decirle adiós a mi único hermano, a mi hermano pequeño, a mi mejor amigo, a la persona que me acompañará al altar en tan solo 4 meses, pero quizás vivir en otro país es tener que aceptar que tu corazón nunca va a estar entero en un solo sitio. Que tienes pedacitos esparcidos por ahí, custodiados por la gente que está…lejos.
Ayer por la tarde fue la primera vez que eché España un poco de menos. No España, sino más en concreto, los supermercados españoles. Fue una tarde en la que me dolía la cabeza y como de costumbre, no tenía ni idea de que hacerme para cenar. Eché de menos darme un paseo por Mercadona y cogerme unas croquetas congeladas, un arroz tres delicias o una sopa de estrellitas. (¿Es mi dieta la de un niño de 12 años? Yo digo SI.) O esos canelones de 2 euros del Ahorramás que seguro que son de carne de caballo y la larga te desarrollan un cáncer, pero que a mí me encantan. Eché de menos hacerme mi plato de macarrones nadando en tomate frito Orlando. En Reino Unido no existe el tomate frito y yo creo que esas cosas deberían decirlas en la página del gobierno. Nada de Brexit, simplemente que mencionen que no hay tomate frito, ni Donettes ni Risketos y ya verás como se ahorran un alto porcentaje de inmigración española sin papeleo de por medio.
Joder, echaba de menos escribir mi idioma. Por eso he decidido crear Lejos. Una compilación de cartas en español – cartas que escribiré cuando quiera decir cosas que solo los españoles entenderán. Cartas para cuando sienta que estoy empezando a olvidar mi propio idioma y quiera recordar lo fácil que es expresarme con él. Una celebración de todo lo que echo de menos, y al mismo tiempo, sigue siendo parte de mí. Lejos es una palabra que una persona que emigra siempre tiene en la cabeza, una palabra que nunca te abandona y que constituye en sí misma un evocación constante de que para estar donde estas ahora, aunque estés felicísima, has tenido que ofrecer algo a cambio. Un mini recordatorio cabrón de que todo tiene un precio, especialmente cuando se trata de perseguir tus sueños.
(No sé muy bien cómo funciona esto de las sub-newsletters en Substack, pero creo que tenéis que suscribiros aparte.) Espero que os guste y si os apetece, podéis compartirlo con otras personas que también hayan emigrado. Tras el rechazo inicial de mis propias raíces cuando me mude aquí en 2020 (algo que creo es completamente normal, y parte del proceso de integración en otra cultura), ahora uno de mis objetivos es conocer a más españoles en Edimburgo. Quiero tener un pequeño grupo de amigos aquí con los que poder cagarme en todo cuando lo necesite, y con los que poder formar un grupo de fans de Mercadona en el extranjero. That kind of thing.
Mi vida en Edimburgo es maravillosa, y no la cambiaría por nada. Es todo lo que había soñado y más, estoy living my best life, y viviendo mi propio Outlander también. Eso no significa que, como Claire, en algunos momentos eche de menos ciertas cosas que dejé atrás. Mi idioma es la principal – más cuando toda mi vida, la gente me ha conocido como “alquien que se expresa muy bien”. Mira, yo era toda una Juan Cuesta. “Conmigo no te pongas a utilizar esos palabros inteligentes eh?” me dijo un día mi padre en mitad de una discusión cuando yo era adolescente. “Me encanta como escribes” era un comentario constante en mis antiguos blogs. Pero cuando las palabras son tu identidad y te mudas a un país en el que no significan nada, a veces sientes que tu propia narrativa ha desaparecido, y el trabajo de reencontrarte con ella de nuevo, aunque emocionante, también es bastante confusing.
Ya no te digo cuando encima estás a punto de casarte con un suizo cuyo idioma natal es el francés. En casa hablamos en inglés, francés y español, muchas veces mezclándolo entre sí, no porque vayamos de flipados, sino porque soy una española viviendo en Escocia y comprometida con un suizo. Mi cabeza ahora mismo, como trilingüe, es como una fiesta de Erasmus, cada pensamiento nada en su propio idioma, pero estamos todos muy felices de estar aquí. 💖
¡Pero eso ya da para otra carta! De momento, bienvenidos a Lejos. Espero con ganas vuestros comentarios, vuestras experiencias, y también vuestras sugerencias acerca de cosas que os gustaría que os contara. Se que nos vamos a reír, y sobre todo, nos vamos a entender. Porque hay cosas que simplemente no se pueden traducir.
Qué bueno leerte de nuevo en español (a pesar de que en inglés también me encantas). Me he sentido muy identificada, aunque yo ahora estoy en fase "sigo echando de menos mi vida fuera de España después de 6 años de estar de vuelta".
Me encanta el título de la sección, porque así es como se siente. Me acuerdo además que cuando les dije a mis padres que me mudaba a San Francisco (porque los dos años en Londres no eran suficientes) mi padre dijo llorando "uf, eso es muy lejos" ✨